Miguel Serrano | 18 de diciembre de 2019
La saga «Star Wars» no ha necesitado de etiquetas moralistas en sus 40 años de vida. Héroes y heroínas han compartido protagonismo sin tener que mirar con lupa su presencia en la pantalla.
Recientemente, saltó la polémica en redes sociales por un tuit de la cuenta oficial de Star Wars en España que anunciaba que El ascenso de Skywalker, el próximo estreno de la saga, había sido calificada como “una película especialmente recomendada para el fomento de la igualdad de género”. No sé qué razón llevó a esta decisión (intuyo que publicitaria, pero que Star Wars necesite apoyarse en polémicas y política para dar más bombo a su nueva entrega escapa a mi entendimiento), pero fue como una bomba. Enseguida se pudieron leer comentarios al respecto que criticaban que Star Wars se había vendido a la ideología imperante actualmente, que Disney había politizado la saga y que había roto la magia. Es conveniente, sin embargo, realizar algunas puntualizaciones y aclaraciones al respecto.
En primer lugar, Star Wars no se ha “politizado”. Si por algo se ha caracterizado la saga desde sus inicios ha sido por presentar personajes femeninos fuertes e independientes. La primera película, Una nueva esperanza (1977), partía desde una premisa clásica, la del héroe que acudía a rescatar a una princesa, pero enseguida hacía saltar por los aires todo eso. Sencillamente, la princesa Leia (interpretada por la queridísima Carrie Fisher) no era ninguna damisela en apuros. Era una mujer valiente que hacía frente a Darth Vader sin que le temblaran las piernas. Ella misma era la cabeza de la Alianza Rebelde, y es por eso, no olvidemos, que es capturada. Y no acaba ahí la cosa. Lo primero que hace cuando ve a su “rescatador”, Luke Skywalker, entrar en su celda disfrazado de soldado de asalto imperial, es reírse de su estatura. Y, en cuanto comienza la huida de la Estrella de la Muerte, es ella la que debe guiar a sus salvadores, que se muestran, como poco, inexpertos.
Star Wars no necesita, por tanto, crear mujeres fuertes para venderse al feminismo contemporáneo. La princesa Leia se convirtió en un icono feminista desde el mismo momento de su aparición. La reina Amidala (madre de Leia) fue una continuación de esta idea en la trilogía de precuelas, y vemos, a lo largo de La amenaza fantasma y de El ataque de los clones, que también sabe defenderse a sí misma. Y, desde luego, que Rey protagonice estas nuevas películas de Star Wars no es un invento feminista, sino una idea lógica si tenemos en cuenta esta tradición que venimos mencionando. Star Wars no necesita ser respaldada por ningún tipo de etiqueta que reconozca su aportación a la “igualdad de género”. Esto es solamente una cuestión patria. Lo que llama la atención, en cualquier caso, es que solo esta última película haya recibido tal calificación.
Porque la etiqueta se creó en 2011, hace ya más de ocho años, dentro del Instituto de Cine y Artes Audiovisuales (institución que forma parte del Ministerio de Cultura) para designar a aquellas películas que promuevan una imagen igualitaria de ambos sexos, libre de prejuicios y estereotipos, además de algunos otros criterios que pueden consultarse en el Boletín Oficial del Estado del 28 de noviembre de 2011. Vemos, pues, que la creación de esta categoría, del estilo de la dedicada a orientar por edades, es solo un paso más en la tendencia actual, un grado más de esa epidemia censora que se nos está imponiendo en esta cada vez más férrea dictadura orwelliana de lo políticamente correcto.
No deja de ser curioso, de todos modos, que uno de los requisitos para la designación sea el rechazo de cualquier tipo de violencia, y que tal etiqueta se haya otorgado a películas como Star Wars (la “guerra de las galaxias”, con sus batallas y numerosísimas muertes) o la última de Terminator. Entiendo que hay pocas oportunidades de colar la moralina en películas exitosas y deseables, pero el mismo hecho de tomar atajos y saltarse su propia regla es, cuando menos, sospechoso.
La existencia de esta etiqueta fue prácticamente desconocida hasta el momento mismo en que se lanzó el tuit dichoso
La designación de las películas seleccionadas para la categoría recae en la Comisión de Calificación de Películas Cinematográficas, que imagino como un grupillo de puritanos remilgados, del tipo de los que ponían en práctica el Código Hays o la censura franquista. Doy por supuesto, además, que estos mismos escrupulosos garantes de la nueva religión laica de la corrección política son los mismos que, sin salir del último año, han criticado las últimas películas de Quentin Tarantino, Martin Scorsese o Clint Eastwood.
Más allá de eso, y fuera de nuestras fronteras, la etiqueta no tiene ninguna importancia. Es más, desde que existe la categoría de “películas recomendadas para el fomento de la igualdad de género”, pocas películas han sido etiquetadas como tal. Y, de todas ellas, pocas son conocidas por el gran público, y no digamos éxitos de taquilla (exceptuando las dos Frozen y la última de Terminator). De hecho, la existencia de esta etiqueta fue prácticamente desconocida hasta el momento mismo en que se lanzó el tuit dichoso.
Y ese mismo desconocimiento ha sido la causa de tanta confusión al respecto, haciendo pensar a muchos usuarios que Star Wars estaba siendo escrita, como se dice estos días, “con perspectiva de género” (signifique lo que signifique eso). J.J. Abrams no ha inventado nada nuevo con su tratamiento de las mujeres. En todo caso, fue George Lucas quien inició este camino. Que no nos cuenten cuentos.
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